¿Qué significa amar la Tierra? Terrafilia, un término que combina Terra (tierra) con Philia (amor y amistad), expresa una conexión profunda de afecto, cuidado y responsabilidad hacia la Tierra y sus innumerables habitantes.
Este amor no es romántico ni posesivo, sino político y transformador. En este sentido, amar la Tierra implica establecer un compromiso afectivo, ético y espiritual con el planeta: con los animales, las plantas, las formaciones geológicas y las criaturas sobrenaturales para replantear el lugar de la humanidad dentro de la red de la vida.
Ante la crisis ecológica que vivimos, Terrafilia busca reconectar a las personas con la naturaleza, proponiendo formas simbólicas y prácticas de sanar nuestra relación con el planeta. La exposición es una invitación a imaginar una nueva forma de convivir, donde personas, animales, plantas, elementos de la naturaleza y fuerzas espirituales formen parte de una misma comunidad global, basada en la equidad, la empatía y el cuidado mutuo.
Terrafilia propone repensar nuestra relación con la Tierra, no como un recurso para ser explotado, sino como una "Nave-Mundo" compartida con innumerables seres, tanto visibles como invisibles. Desde una perspectiva ética y política, pensar de manera ecológica y planetaria significa extender la participación política más allá de lo humano. La exposición alienta a adoptar una comprensión expandida de la coexistencia ecológica, una que mira la Tierra, con amor, como nuestro hábitat compartido, diverso, múltiple y en constante transformación.
Organizada por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en colaboración con TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, Terrafilia reúne cerca de cien obras que abarcan cinco siglos de las colecciones Thyssen-Bornemisza. Estas obras presentan diversas exploraciones artísticas e intelectuales, que revelan la profundidad y el alcance de historias más allá de lo humano e imaginarios multi-especies.
Los elementos translúcidos de la arquitectura de la exposición concebidos por Marina Otero Verzier junto a Andrea Muniáin Perales, envuelven el espacio expositivo y crean un escenario en el que las obras históricas y contemporáneas de las colecciones Thyssen-Bornemisza dialogan.
Como resistencia al dualismo arraigado de la modernidad, que separa lo social y lo natural, la exposición invita a los visitantes, a través de la visión de los artistas de diversas generaciones y tradiciones, a encontrarse con el mundo como un ‘pluriverso’: un mundo de muchos mundos.
Terrafilia también representa un claro alejamiento de visiones centradas en el ser humano y en Occidente, y adopta una nueva forma de pensar a escala planetaria. Con ello, se suma a cambios recientes en la filosofía, la antropología, la ética y el derecho, que proponen reconocer a formas de vida no humanas y a entidades naturales como parte activa de una multitud planetaria.
Estructurada en seis capítulos interconectados, la exposición aborda temas como los cosmogramas, los mundos simbióticos, el arte de los sueños, la mirada racional, las relaciones extractivas y de unión con la Tierra, el tiempo de los mitos y la reparación espiritual o los mundos míticos inspirados por los océanos. Estos ejes temáticos guían a los visitantes a través de diferentes maneras de relacionarse con la Tierra —por medio del mito, la ciencia, los sueños, las historias, la espiritualidad y la ecología— mientras cuestionan de forma crítica las historias de expansión colonial, extracción de recursos y violencia ecológica que han dado forma a la actual crisis planetaria.
Las pinturas de paisajes históricos de Roelandt Savery, Joachim Patinir y Brueghel el Viejo ilustran los primeros intentos de documentar y ordenar el mundo natural, reflejando el florecimiento del humanismo en la cosmología, la cartografía, la geografía y la exploración. A menudo idealizados e impregnados de celo religioso y moral, estos paisajes presentan una visión del mundo que posiciona a la humanidad en la cima de una concepción de la existencia jerarquizada y estable.
La exposición también muestra el surgimiento de nuevas concepciones de objetividad y subjetividad, consolidadas en paralelo con la apropiación colonial de los territorios. Bajo la premisa de “dejar que la naturaleza hable por sí misma”, el lema de la objetividad científica del siglo XIX, algunos artistas como Albert Bierstadt y Thomas Cole buscaron representar una naturaleza aparentemente intacta y prístina, mientras oscurecían los violentos procesos de expansión territorial y desposesión.
En contraste, artistas contemporáneos presentes en la exposición, como Dineo Seshee Bopape, Rashid Johnson y Daniel Otero Torres, abordan temas como la , memoria y la resistencia, destacando los efectos persistentes del extractivismo y la resiliencia de las comunidades indígenas, marginadas en la recuperación de su conexión con la Tierra.
Las especies vegetales, su interacción y las simbiosis que establecen —emblemas de las estéticas y políticas centradas en la vida más allá del ser humano—están presentes en toda la exposición.
Obras de artistas como Arthur Boyd, Daniel Steegmann Mangrané y Regina de Miguel destacan la agencia de la vida animal, microbiana y vegetal, y la interconexión de todos los seres. Sus trabajos exploran cómo las inteligencias más allá de lo humano y los procesos de germinación de las plantas desafían el individualismo occidental, ofreciendo en su lugar modelos de interacción, colaboración, florecimiento y crecimiento mutuo.
En las obras de Yves Tanguy, Wassily Kandinsky, Rubem Valentim o Natalia Goncharova —artistas de los movimientos contraculturales y radicales del siglo XX— la materia se representa de forma abstracta, viva y con formas orgánicas y biológicas. Inspirados por la fluidez y la manera impredecible en que se desarrolla la vida, estos artistas crearon universos visuales más allá de la lógica. Ante las tragedias y brutalidad de las guerras, buscaron formas de ver más allá de lo evidente, demostrando que lo que parece estable está, en realidad, siempre en constante cambio.
La metamorfosis y la hibridez emergen como motivos clave, desafiando concepciones e identidades fijas y destacando la naturaleza transformadora y dinámica de la existencia. Estos elementos se ponen de manifiesto en el reino de los sueños, un espacio donde las fronteras del ser se disuelven, desdibujando las líneas entre lo visible y lo invisible, lo material y lo inmaterial, lo interior y lo físico.
En el trabajo de Salvador Dalí y Elyla, las criaturas híbridas borran las divisiones entre lo humano y no humano, imaginando cuerpos y seres en constante transformación.
Las esculturas cerámicas de Inês Zenha describen ciclos de renovación, desafiando las estructuras heteronormativas que buscan imponer un orden heteropatriarcal y estable en el mundo natural.
El océano, con sus vastas y desconocidas profundidades es un cuerpo de agua y a la vez un archivo viviente que nos permite pensar más allá de los estrictos límites terrestres.
Josèfa Ntjam y Susanne Winterling ven el océano como un espacio que hace posible la renovación, especialmente para las personas que han migrado o vivido en diáspora. Se inspiran en las espiritualidades africanas y en la vida marina para imaginar otras maneras de pertenencia y resiliencia.
La obra Siphonophore, de Josèfa Ntjam, se inspira en la figura espiritual de Mami Wata, una deidad acuática yoruba, y a los organismos que funcionan como un todo, a pesar de estar compuestos por múltiples individuos, para proponer formas colaborativas de identidad y cooperación.
La exposición culmina con una reflexión sobre cómo las historias—ya sean míticas, científicas o artísticas—moldean nuestra comprensión del mundo y nuestro lugar en él. Al presentar diversas visiones del mundo y maneras de entender la realidad, Terrafilia nos invita a reconsiderar al ser humano como parte de una comunidad planetaria más grande, donde el cuidado, la reciprocidad y la interconexión son centrales para la supervivencia y el florecimiento.
A través de las obras de artistas como Brad Kahlhamer, Ana Mendieta y Hervé Yamguen, la exposición impulsa un compromiso más amplio y creativo con la Tierra: uno que reconozca las las voces de aquéllos que han sido históricamente silenciados y excluidos, y que abra espacio para nuevas posibilidades de coexistencia.
A lo largo de todas la exposición la instalación especial whereareWEarewhere, concebida especialmente por Sissel Tolaas, acompaña al visitante. La artista utiliza moléculas olfativas extraídas de diversos paisajes y entornos naturales que reflejan seis fuerzas elementales —Océano, Animal, Humano, Estratosfera, Tierra y Naturaleza—. Las moléculas, contenidas en una serie de recipientes están presentes en todas las salas de exposición. El olor se convierte así en un medio de comunicación, ofreciendo una experiencia sensorial más allá de lo visual.
Con motivo de Terrafilia el artista indígena estadounidense Brad Kahlhamer presenta Bowery Nation (1985–2012) en diálogo con la colección de paisajes americanos del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en la Sala 31. La obra de Brad Kahlhamer reimagina el planteamiento de la Escuela del Río Hudson (RIver Hudson School), un movimiento artístico del siglo XIX en Estados Unidos, centrado principalmente en la pintura de paisajes. Sus artistas buscaban capturar la majestuosidad y la belleza de la naturaleza estadounidense presentándola como algo sublime, espiritual y poderoso. La obra de Kahlhamer introduce nuevas coordenadas culturales, abriendo un espacio para el encuentro y la reflexión en torno a la Tierra, la memoria y el sentido de pertenencia.
Esta exposición cuenta con el apoyo de Finsa.