¿Qué significa amar la Tierra? Terrafilia, un término que combina Terra (Tierra) con philia (amor y amistad), expresa una conexión profunda de afecto, cuidado y responsabilidad hacia la Tierra y sus innumerables habitantes. Amar la Tierra implica comprometerse con los animales, las plantas, las formaciones geológicas y las criaturas sobrenaturales, así como replantear el lugar de la humanidad dentro de la compleja y enmarañada red de la vida. Ante las crecientes presiones del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y las desigualdades crecientes, la exposición recurre al arte para imaginar y orientarnos hacia formas transformadoras de ser-en-el-mundo, movilizando la afinidad entre especies, nuevos tipos de colectividades y el cuidado planetario.
Organizada por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en colaboración con TBA21–Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, Terraphilia reúne cerca de cien obras que abarcan cinco siglos de las colecciones Thyssen-Bornemisza. Estas obras presentan un evocador espectro de exploraciones artísticas e intelectuales, revelando la profundidad y el alcance de historias más allá de lo humano e imaginarios multi-especies. Resistiendo el dualismo arraigado de la cosmología moderna, basado en la separación entre lo social y lo natural, la exposición invita a los visitantes, a través del lente de artistas de diversas generaciones y tradiciones, a encontrarse con el mundo como un ‘pluriverso’: un mundo de muchos mundos. Terraphilia también marca un decisivo alejamiento de perspectivas antropocéntricas y occidentalocéntricas, abrazando una política planetaria emergente. Al hacerlo, se alinea con recientes giros filosóficos, antropológicos, éticos y legales que abogan por el reconocimiento de la vida no humana y de entidades biológicas y geológicas como participantes de una multitud planetaria.
Estructurada en un preludio y seis capítulos interconectados, la exposición aborda temas como los cosmogramas, los mundos simbióticos, el arte de los sueños, la mirada racional, las relaciones extractivas y de unión con la tierra, el tiempo de los mitos y la reparación espiritual o los mundos míticos inspirados por los océanos. Estas corrientes temáticas guían a los visitantes a través de diferentes maneras de relacionarse con la Tierra —por medio del mito, la ciencia, los sueños, las historias, la espiritualidad y la ecología— mientras interrogan de forma crítica las historias de expansión colonial, extracción de recursos y violencia ecológica que han dado forma a la actual crisis planetaria.
Las pinturas de paisajes históricos de Roelandt Savery, Joachim Patinir y Brueghel el Viejo ilustran los primeros intentos de cartografiar y ordenar el mundo natural, reflejando el florecimiento del humanismo en la cosmología, la cartografía, la geografía y la exploración. A menudo idealizados e impregnados de celo religioso y moral, estos paisajes encapsulan una visión del mundo que posicionaba a la humanidad en la cima de una "gran cadena del ser" ontológicamente estable. La exposición también traza el surgimiento de nuevas concepciones de objetividad y subjetividad, consolidadas en paralelo con la apropiación colonial de tierras. Con la propuesta de “dejar que la naturaleza hable por sí misma”, lema de una objetividad científica emergente en el siglo XIX, artistas como Albert Bierstadt y Thomas Cole buscaron representar una naturaleza aparentemente intacta y prístina, reforzando el mito del «destino manifiesto» mientras oscurecían los violentos procesos de expansión territorial y desposesión. En contraste, artistas contemporáneos presentes en la exposición, como Dineo Seshee Bopape, Rashid Johnson y Daniel Otero Torres, abordan temas de relaciones con la tierra, memoria y resistencia, destacando los efectos persistentes del extractivismo y la resiliencia de las comunidades indígenas y marginadas en la recuperación de su conexión con la Tierra.
Los temas de la vegetalidad, el entrelazamiento y la simbiosis—emblemas de las estéticas y políticas postantropocéntricas—atraviesan toda la exposición. Obras de artistas como Arthur Boyd, Daniel Steegmann Mangrané y Regina de Miguel destacan la agencia de la vida animal, microbiana y vegetal, y la interconexión de todos los seres. Exploran cómo las inteligencias más allá de lo humano y los procesos de germinación desbordan las nociones occidentales de subjetividad y autonomía, ofreciendo en su lugar modelos de interdependencia y florecimiento mutuo. En las pinturas de Yves Tanguy, Wassily Kandinsky, Rubem Valentim o Natalia Goncharova, representativas de los movimientos contraculturales radicales del siglo XX, la naturaleza no objetiva, microscópica, animada o biomórfica de la materia da lugar a nuevas realidades visuales, invisibles o inaccesibles a la mente racional. Confrontados con las catástrofes de las grandes guerras, estos artistas recurrieron a estados de percepción elevados para capturar la fluidez y la errancia de la vida, demostrando que lo que parece estable está, en realidad, siempre en constante cambio.
La metamorfosis y la hibridez emergen como motivos clave, perturbando identidades fijas y destacando la naturaleza transformadora y dinámica de la existencia, mientras introducen el reino de los sueños, un espacio donde las fronteras ontológicas se disuelven, desdibujando las líneas entre lo visible y lo invisible, lo material y lo inmaterial, lo interior y lo físico. En el trabajo de Salvador Dalí y Elyla, las criaturas híbridas borran las divisiones entre lo humano y no humano, imaginando cuerpos y seres en un estado constante de devenir. Las esculturas cerámicas de Inês Zenha encarnan ciclos de renovación y exceso, subvirtiendo estructuras heteronormativas que buscan imponer un orden heteropatriarcal y estable en el mundo natural.
El océano, con sus vastas y desconocidas profundidades y su permanente estado de fluidez, es tanto un cuerpo de agua como un archivo viviente para pensar más allá de los regímenes terrestres de encierro y antropocentrismo. Josèfa Ntjam y Susanne Winterling evocan el océano como un espacio de renovación planetaria y posibilidad diaspórica, inspirándose en espiritualidades africanas y ecologías marinas para imaginar nuevas formas de pertenencia y resiliencia. Siphonophore, de Ntjam, une el espíritu de Mami Wata, una deidad acuática yoruba, y los cuerpos colectivos de organismos que funcionan como un todo a pesar de estar compuestos por múltiples individuos, sugiriendo modos mutualistas de identidad y cooperación. Mientras tanto, los intrincados modelos de vidrio de la familia Blaschka, creados en el siglo XIX para estudiar medusas y otras formas de vida marina, reflejan una fascinación por los organismos oceánicos, al tiempo que dan forma a las emergentes teorías científicas de la evolución.
La exposición culmina con una reflexión sobre cómo las historias—ya sean míticas, científicas o artísticas—moldean nuestra comprensión del mundo y nuestro lugar en él. Al yuxtaponer diversas cosmologías y epistemologías, Terraphilia nos invita a reconsiderar al ser humano como parte de una comunidad planetaria más grande, donde el cuidado, la reciprocidad y la interconexión son centrales para la supervivencia y el florecimiento. A través de las obras de artistas como Brad Kahlhamer, Ana Mendieta y Hervé Yamguen, la exposición desafía a los visitantes a abrazar un compromiso más amplio e imaginativo con la Tierra, uno que reconozca las historias de aquellos que han sido históricamente silenciados y excluidos, y que abra espacio para nuevas posibilidades de coexistencia.
Terrafilia ofrece una invitación a reimaginar nuestra relación con la Tierra, no como un recurso para ser explotado, sino como una "Nave-Mundo" compartida con innumerables otros seres, tanto visibles como invisibles. Desde una perspectiva ética y política, pensar de manera ecológica y planetaria significa extender la participación política más allá de lo humano. Al reunir prácticas artísticas que interactúan con diversas cosmologías, la exposición alienta a los espectadores a adoptar una comprensión expandida de la coexistencia ecológica, una que aborda la Tierra, con amor, como nuestro hábitat compartido, pluriversal y en constante transformación.