Acrílico sobre lienzo
300 x 267 cm 

Las pinturas de Beatriz Milhazes son seductoras, cautivadoras y engañosas, llenas de estratos y sorpresas. Consagradas a la expansiva vitalidad de las flores, a sus delicados tirabuzones y formas similares a hojas, las pinturas también muestran la potencia y el simbolismo de los patrones decorativos. En su indagación en torno a los puntos de contacto entre motivos populares brasileños –de la imaginería del carnaval a la flora y fauna tropical– y el movimiento moderno occidental, las referencias de Milhazes a menudo parecen ilimitadas. El espíritu hedonista del movimiento tropicalista, el uso del color de Henri Matisse o Sonia Delaunay, los patrones textiles de Emilio Pucci, el chitão brasileño –un tejido asequible pero lleno de colorido– y la geometría abstracta aportan inspiración al complejísimo y exultante repertorio de imágenes, formas y colores que construye en su obra. Ella describe su forma de entender la abstracción como «geometría de cromatismo libre» y sigue un proceso por estratos: primero, Milhazes pinta un motivo con colores intensos en una lámina transparente, a continuación la adhiere a un lienzo y después comienza a retirarla cuidadosamente. Repite el proceso varias veces, hasta obtener una superficie de aspecto envejecido que recuerda a un collage y que carece de pinceladas visibles. 

En Maresias, la artista logra transferir al lienzo toda la potencia natural de las flores, caracterizadas por su capacidad de diferenciar entre un número ilimitado de tipos y formas. Sus flores se multiplican a través de la variación, como interpretaciones naturalistas y abstractas o como sutiles siluetas gráficas. Los rizos y arabescos aportan movimiento y profundidad ópticos a la composición vibrante, y las franjas, cuadrados y rectángulos ejercen la función de fondo, como si se tratara de un lecho de flores. La hermosa maresia es una pequeña flor silvestre originaria de la cuenca mediterránea.

Nacida en Río de Janeiro, Brasil, en 1960. Vive en Río de Janeiro.